Capítulo III
Wreking
Ball
Desgarramos,
encadenamos nuestros corazones en vano
Saltamos, sin nunca preguntar por qué
Nos besamos, caí ante tu encanto
Un amor que nadie podría negar
Nunca digas que simplemente me fui
Siempre te querré
No puedo vivir una mentira, estoy huyendo por mi vida
Siempre te querré
Me presenté como una bola de demolición
Nunca golpeé tan duro en el amor
Todo lo que quise fue romper tus muros
Todo lo que hiciste fue... des-ba-ra-tar-me
Sí, tú, me des-ba-ra-tas
Te puse en lo alto del cielo
Y ahora, nunca volverás a pisar tierra
Lentamente cambió, dejaste que me quemara
Y ahora, somos cenizas en el suelo
Nunca digas que simplemente me fui
Siempre te querré
No puedo vivir una mentira, estoy huyendo por mi vida
Siempre te querré
Me presenté como una bola de demolición
Nunca golpeé tan duro en el amor
Todo lo que quise fue derribar tus muros
Todo lo que tú hiciste fue... des-ba-ra-tar-me
Me presenté como una bola de demolición
Sí, cerré los ojos y me balancée
Me dejaste de rodillas en el fuego, y ahora caigo
Todo lo que siempre hiciste fue... des-ba-ra-tar-me
Si, tú, me des-ba-ra-tas...
Nunca quise iniciar una guerra
Solo quería que me dejaras entrar
Y en lugar de usar la fuerza
Supongo, que debí haberte dejado entrar
Nunca quise iniciar una guerra
Solo quería que me dejaras entrar
Supongo, que debí haberte dejado entrar
Nunca digas que simplemente me fui
Siempre te querré...
Wreking
Ball / Miley Cyrus
Presente…
Abrí mis ojos pesadamente tal como dos
bloques de concreto. Todo se me hacía borroso hasta que vi a un hombre mayor,
alto, con escaso cabello canoso y unos ojos verdes agua que inundaban mi
angustia.
—¿Q-quién…
es?—
Logre expresar con mi boca pastosa sintiendo una vía en mi mano izquierda y una
bolsa con liquido flotante.
—Soy
el Doctor Louis y atendí tu emergencia—
Caí en cuenta de que me había desmayado
por algo tan vergonzoso, hice ahínco para levantarme e ir a ver a los bebes y
quizás escapar pero…
—No
tan rápido, Doctor Louis si quiere podría ir a la cocina a almorzar—
Una gruesa voz y una mano blanca y fuerte
me sujeto un tanto suave y me llevo hacia atrás, me acosté de nuevo. Ese era
Angelo y ya, ya mi ira despertaba de nuevo cuando vi a ese sujeto salir de la
habitación.
—¡Eres
un maldito! Ni siquiera llamaste a una ambulancia, si no que trajiste a un
doctor hasta aquí ¡Te odio!— Comencé a gritar y desesperarme,
hasta que sentí una bofetada.
—Sigue
así y te sedo sin orden del médico. Agradéceme que no te allá dejado allí
tirado y ensangrentado, hasta me diste asco— A lo último se
burló.
“Hasta me diste asco”.
“…me diste asco”.
“…asco”.
Mi corazón pareció que alguien lo apretó,
tanto que en mi garganta se formó un nudo. Comencé a llorar, lleve mi
ante-brazo a mis ojos.
—L-lárgate… ¡Lárgate! Hip,
hip. Sí te doy asco
solo aléjate de mí de una maldita vez— Espete.
Sentí como me acariciaba el cabello
repentinamente, de igual seguí llorando. Con él vivía una pesadilla que se
repetía una y otra y otra vez.
—Lo
siento, esas bolsas tienen antinflamatorios y demás cosas que ayudaran contra
el dolor—
Le escuche mas no le conteste nada. Él
seguía con esa suave caricia en mis cabellos.
—Los
bebes ya almorzaron y están viendo comics—
Tantas preguntas y tantos deseos de
alejarme de él ¿Aun lo amaba? No lo sabía ¿Por qué decidió encerrarme luego de
casarnos? Oh…
Me acorde que cuando él llego a mi país
sentí que nuestra relación había cambiado, no, Angelo era el que había
cambiado.
.
.
.
Nathaniel, él bebe de 2 añitos camisa roja
dulce, mordía seriamente su rasca encías azul con una rica espiral naranja. Al
otro lado, estaba Daniel de igual añitos con camisa a azul marino jugando con
una pelota verde limón y una gran sonrisa, ambos con una cerca que abarcaba una
esquina del salón de estar.
—¿Cómo
están los bebes más bellos del mundo?— Cruce la cerca como
de casi un metro de altura y me agache para abrazar a los dos pequeños que
balbuceaban un “Ma”.
Ya tenía dos días en cama y no me dejaban
salir ni a ver a mis bebes.
—Hora
de merienda—
Escuche a lo lejos, me percate de una
chica rubia ceniza de quizás unos 18 años de edad venía con una bandeja con dos
vasos anti-derrames de color azul y rojo.
—¿Quién
eres?— Pregunte y abrace a mis hijos en un acto de
protección.
—Debe
ser el señor que estaba enfermo, soy la niñera de los niños, Mary—
Detecte un tono altanero, hasta falta de respeto.
—Sí,
soy el papá de los bebes y ya creo que no necesitaremos tus servicios—
Solté levantándome y viéndola
directamente.
—Bueno,
yo esperare al señor Angelo a ver que dice— Su voz era
odiosa y retadora, eso me hizo hervir de rabia.
Cruce la cerca y me le acerque como a un
metro.
—Lárgate
sí no quieres que te saque a golpes, maldita perra—
Le susurre lo suficiente para que me escuchara y bajo para que los niños no me
oyeran.
Su expresión se ensombreció de ira aunque
también vi miedo.
—Vota
esa porquería y aléjate de ellos— Dictamine.
Tome a Nathaniel y a Daniel en brazos,
aunque ya estaban pesados porque eran unos bebes un poco gorditos, no me
importo y solo los tome. Los coloque en sus sillas altas en la cocina y busque
galletas de avena y licue un poco de jugo de zanahoria junto con naranja y se
las di. Me cruce de brazos cerca de la nevera y los mire.
¡Ring-ring!… Era el teléfono.
—Aló—
—Mary
me conto lo que le dijiste…— Oí un suspiro a través de la
línea.
—Déjame
en paz— Balbuce y tranque con calma, lo último que quería
era asustar a mis bebes.
.
.
.
Cerré la puerta del cuarto de mis hijos y
al voltearme un sujeto alto me sujetaba del brazo y me halaba hacia la
habitación.
—¡Ya
basta!— Sentí el colchón en mi espalda al ser lanzado.
—Solo
quería hacerte un favor y tú solo asustas a la niñera—
No
le conteste solo me subí más hacia la cama y abrace mis rodillas escondiendo mi
cabeza entre ellas. Tenía miedo, sabía lo que venía a continuación.
—A
veces… hip, hip— Tenía miedo, ya no lo soportaba.
—¡A
veces solo quiero que me mates y ya! Hip, hip… pero pienso en los bebes y solo
veo que tengo que seguir siendo tu…— Subí mi cabeza para
mirarlo.
—Angelo…
¿Qué soy para ti? No soy amante y definitivamente no soy ni remotamente tu
amigo ¡Qué soy!— Grite a lo último.
El de cabellos rubios se aflojo su corbata
sin dejar de tener esa mirada fría sobre mí.
—Tomare
un baño antes de follarte como se me venga en gana y dejarte claro que eres mío—
Arrugue mi rostro para llorar y volví a
esconderlo entre mis piernas, recordé las veces en que me iba a esconder,
cuando él me encontraba, me golpeaba hasta hacerme sangrar o por mi falta de
fuerza, hacerme perder la conciencia.
.
.
.
Hace dos años…
—Ja
jajaja Eres gordito—
Una chica de mediana estatura, piel media
bronceada junto con oscuros cabellos ondulados se reía de mí, me echaba broma
en el almuerzo casero que teníamos en el departamento junto con Gil.
—Ja
ja… no me hace gracia, Esther— Le dije llevándome a
la boca un pedazo de carne asada.
—Pues,
quizás nuestro amigo no sea muy delgado pero tampoco es tan gordo—
Ese era el señor popular, Gil.
—¿Cuánto
pesas?—
Sentí como Gil, el pelo castaño me tomaba
la mano y me veía extraño.
—¿Setenta
y seis… o siete?— Dije escondiendo mi molestia ante que me dijeran “gordito”.
—Yo
peso ochenta, hago mucho ejercicio y trato de comer proteína para estar fuerte
y así poder cargarte tranquilamente— Vi una sonrisa
traviesa de Gil.
—¿Y
porque tendrías que cargarme?— Parpadee varias veces
confundido.
.
.
.
Tenía que decirle algo importante a mi
novio, tenía que habérselo dicho hace mucho. Pronto estaría en algún avión
rumbo a Venezuela. Últimamente si no me desmayaba o me quedaba en el cuarto a
vomitar. Detestaba eso de que tenía miedo de decirle que tenía que irme.
Ambos no teníamos el suficiente dinero
para cubrir boletos de avión para visitarnos.
Toc-Toc… Abrí la puerta del departamento,
yo estaba solo porque Gil tenía diligencias que hacer ese día domingo.
Mis ojos brillaron…
—Aquí
está tu pedazo de pastel con cubierta de fondant sabor a goma de mascar que me
pediste— Escuche remotamente, pero le arrebate la linda
cajita blanca con lazo blanco y me senté en mi cama.
Sentía que si no le pegaba un mordisco a
esa estúpida torta pues, quizás moriría o solo se me secaría la boca para
siempre.
—¿Gracias?—
Dijo Angelo.
—¡Ja
jajaja!— Me reí por aquello habiendo mordido ya el pastel.
—Ríete
todo lo que quieras pero ahora quiero mi premio—
Angelo se levantó de la silla del escritorio y antes de dar tres pasos
sugestivos yo ya estaba en el baño, devolviendo la torta.
—¿Estás
bien?— Su voz preocupada me enterneció y me hizo sentir
culpable.
—Lo
siento— Hable al salir del baño.
—No
digas “lo siento”, solo dime cómo estás—
—Estoy
bien, he estado muy estresado— Agache la cabeza.
—Ven
aquí… buen chico— Dijo él tomándome en sus fuertes
brazos y meciéndome.
—Me
gusta estar contigo—
—A
mí me gusta más… Hey, estas como más gordito je je je bueno, por eso me gusta
abrazarte más— Dijo abrazándome como oso de peluche,
me quise soltar pero un beso me calmo.
Nos acostamos en mi cama, él acariciaba mi
cabello en ritmo casi hipnótico que me serenaba. Me quede profundamente
dormido.
.
.
.
—¿Adónde
vas a esta hora? Es tarde Gabriel— Gil me miraba desde su cama al frente de mí.
—Tengo
que decírselo, soy un estúpido cobarde. Tengo que decirle que pronto me iré y
así podemos buscar una solución— Termine de colocarme
mis botas negras y de abrigarme bien.
Vi mi reloj y eran las 20 horas.
—Ya,
déjalo así—
Escuche distantemente pero no le di
importancia.
Lo que no sabía era que Gil estaba algo
¿desquiciado? Él también se abrigo y antes de salir tomo un sobre transparente
con especie de polvo blanco el cual coloco en el bolsillo de su blue jeans, mi
“amigo” ya tenía planes.
Cuando llegue, toque el botón del
apartamento de mi novio y nada, no respondía. Recordé que existían los
celulares, lo llame y el molesto tono de “no está disponible, inténtelo más
tarde” solo me molesto aún más.
Esa noche Angelo estaba en casa de Jade,
amiga de Gil, quien no paraba de darle tragos en su casa junto a varios chicos,
momentos después llego el castaño ojos azules de mi “amigo”, Gil a aquella
fiesta.
.
.
.
Eran las 6 de la mañana, definitivamente
me iba a escuchar, hablaría con mi novio y para endulzarlo pues, llevaría el
lubricante de piña colada, por muy vergonzoso que era el asunto. Plan: primero
el lubricante y segundo solo decirle que me iré y que “Hey, pensemos en alguna
solución”.
—Oh,
oh, oh… ¿Adónde vas tan temprano? Y con ese envase tan…—
El de ojos azules me tomo de las muñecas y me abrazo.
—¡Suéltame
Gil! No me gustan esos jueguitos— Me zafe de él
bruscamente.
Pero me volvió a atrapar.
—Sé
adónde vas, pero soy tu amigo y me preocupo por ti, ven a ver… mi amiga me
envió esto por error—
Me solté y lo mire seriamente aburrido,
poco me importaba…
—No
tengo tiempo, si me das tiempo, lo veré jajaja—
Me reí entre dientes de mi broma.
—Bueno,
je je si, muy gracioso. Pero ven, si después de esto quieres ir con él, te
llevare en mi auto—
—¡Ok!—
Grite emocionado.
A continuación, mi sonrisa se iba borrando
al ver el monitor de Gil. Arrugue mi rostro junto con mi corazón roto.
“—Ah, ah, ah… ¡Más Angelo!—”
“—Quédate quieta ¡ugh!—”
Era un video con fecha de la noche
anterior sobre Angelo teniendo sexo con Jade en una cocina. Cuando me iba a
levantar, Gil me detuvo y adelanto en un punto el video.
“—¡Al fin tengo buen sexo! He estado frustrado ¡Maldición!—”
—Mejor
lo apago, creo que ya viste lo suficiente, este video fue de ayer en la noche…
también dice algo sobre que detestaba que “alguien” no fuera lo suficientemente
bueno en la cama para él—
No me estaba sintiendo bien… bajaba agua
por mi piel, eso me sorprendió. Yo estaba mojado y ni había salido afuera para
mojarme, me lleve una mano a la cara y estaba inundada de lágrimas.
—E-estas
blanco como un papel— Escuche de Gil… a lo lejos.
.
.
.
Al despertar vi paredes blancas de
cerámicas, me habían llevado a un hospital después de estar sin conocimiento
una hora entera. Me dijeron mi estado, tenía algo muy raro. Estaba embarazado y
ahora para eso utilizaban la guía de Mpreg Shigatsu. Me sedaron porque me
sentía solo, con miedo y terror pero sobre todo solo.
Cuando se me paso el efecto del sedante,
examine toda la situación y me retracte de haberle dicho al doctor que me diera
información sobre el aborto masculino. Yo no iba a matar a un bebe, después de
todo yo era el monstruo y no esos bebes, sí, porque eran dos bebe de tres meses
de gestación en mí.
—Yo…
tengo un contrato de cinco años para tu país, yo y tú podríamos vivir—
Gil me decía muy amable.
—No
va a ser necesario—
.
.
.
~Continuara…
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