Capítulo II
Congradulations, I Hate You
Nadie alguna vez dijo que la vida era justa
Y yo no estoy diciendo que debería serlo
Sabiendo que tú eres lo que quieres ser
No viene como ninguna sorpresa
Pero no esperes que yo sea feliz para ti
Y no te rías de mí
Ni me digas que las cosas se resolverán para mí también
Yo no quiero tu compasión...
Odio tu compasión
Prueba tu vanidad y tu dulce amargura
Como tú te ocultas detrás de tu velo
De mis esperanzas robadas y los sueños perdidos
...tú los tomaste todos...
Tuve que verte robar mis pensamientos
Y reírte de mí
Así como tú construiste tus sueños
En mis esperanzas perdidas
Miraré detrás en un día que te amé y fantasee
Una vez para la tragedia
Ruégame que yo te haga esto más fácil
Y escucha mis gritos desesperados
Sufre sola en el vacío
Para verte tragado por el lío que abandonaste
En su mentira de repugnancia de estela
Profundamente dentro de su mirada fija vacía...
Ruégame que yo te haga esto más fácil
Y escucha como mis gritos desesperados
Envían las miradas fijas en tus ojos sin sentido
Mi superficie inclinada de envidia
Describe como te aborrezco
Para tener todas las estrellas abandonando mis ojos
Para maravillarme que el cielo que te conoce sea el mío
Aún si yo veo el gasto del sueño que sólo merezco
Que le arranquen su cara para ver su risa.
Así como tú construiste tus sueños
En mis esperanzas perdidas
Miraré detrás en un día que te amé y fantasee
Una vez para la tragedia
Ruégame que yo te haga esto más fácil
Y escucha como mis gritos desesperados
Envían las miradas fijas en tus
ojos sin sentido
Congratulations, I hate You –
Alesana
Presente…
—Sí,
estaré allá como en unas tres horas jefe, no se preocupe que ese asunto lo
soluciono yo— Decía mi esposo frente a mí, para
luego cortar la comunicación de su celular blanco y llevarse un sorbo de café a
la boca.
Desayunábamos en la isla de la cocina de
madera clara, yo solo tomaba té y descuidadamente pensé en ese “asunto” del que
Angelo se iba a encargar… Matar.
—Si
sigues así, no tendrás fuerza para nada. Haz el favor y come de una maldita vez—
Un tono normal para terminar en uno con fingida calma y llena de ira.
Mire que de sus huevos revueltos con jamón
le faltaban poco para terminarse, luego mi vista viajo a su cara pulcra y
segura junto con su vestimenta elegante con saco oscuro. Mi mente se llenaba de
rabia pensando en que me tenía en aquel lugar tan alejado de la ciudad y para
colmo no me dejaba salir literalmente, pensé también en que pronto seria
carnaval y no podría llevar a nuestros bebes a ver las coloridas comparsas.
Mis manos se movieron por mi rabia y
desesperación, arroje su desayuno en su regazo, tire al suelo la jarra con jugo
de naranja y todo lo demás.
—¡Déjame
salir con mis bebes! ¡Eres un maldito!— Grite y hasta se me
escucho muy agudo y ronco, casi sin voz.
Me le fui encima a golpearle el pecho
porque para mí desgracia, yo era muy bajo de estatura y me agarro del cuello de
mi camisa blanca aun de dormir, me coloco sobre la mesa ya vacía y escuche un
sonido sordo más un dolor en mi cabeza, él me había estremecido contra la mesa.
—¡Ah!
No… ¡Mátame entonces!— Solo quería que se detuviera, tras
darme más golpes en el mismo lugar de mi cabeza contra la mesa.
Me agarro de nuevo y me lanzo al suelo, me
retorcí por estar mal aun del “sexo” de la noche pasada. Llore en el suelo,
sintiéndome una basura o quizás un objeto barato.
—Vas
a limpiar esto tú, la sirvienta no lo hará, si no lo haces, buscare un castigo.
Ahora me voy—
—¡Qué
más castigo que tenerme aquí encerrado soportando tus maltratos!—
Ya no podía más, me sentía demasiado mal,
todo giraba de repente. Cuando vi a mi alrededor sangre me asuste y tras unos
segundo de buscar por qué pues, ya sabía… esa sangre emanaba de mi trasero.
Temblé y termine desmayado.
.
.
.
Hace dos años…
—Ah…—
Jadee tras sentirme demasiado excitado por
los besos y los toques que mi novio me daba, eran las 22 horas y pico de la
noche y estaba quedándome en la casa de Angelo.
Sus ojos verdosos y rayados hacían que mis
sentimientos temblaran por olvidarme de mi miedo al estar con él, después de 5
meses de relación.
—Estoy
en mi limite, Gabriel ¿Qué hago? No sé si voy a poder detenerme—
Su voz era ronca y ya me tenía sobre la mesa de comedor que tenía en su
departamento.
Pensé en que lo amaba como jamás había
amado a alguien, previamente habíamos tenido encuentros así de calientes aunque
siempre nos deteníamos pero quizás el momento perfecto solo es un mito y hay
que agarrar el momento y volverlo perfecto, al menos eso era lo que yo había
escuchado.
—N-no
pares… pero vamos a la cama que aquí puede que sea incomodo—
Le dije con el pantalón desabrochado y el
suéter azul verdoso desordenado y más arriba de mis tetillas.
En un instante era cargado vergonzosamente
por el más alto, me lanzo en la cama quitándome de una vez los pantalones junto
con mi ropa interior, me beso profundamente y fue cuando sentí que tomaba mi
miembro casi erecto y lo estrujaba sugestivamente, al tocar mi uretra grite de
puro placer.
—¡Oh!
Lo siento, grite como una chica— Mencione alejándome
de la vergüenza de aquel grito, mi voz jamás había sido amanerada.
—Hey…
¿Lo siento? Pero quiero follarte y listo— Escuche y me sentí
feliz y muy avergonzado a la vez.
Me tomo de la cadera y me apego más a él,
masajeo mis tetillas mirándome firmemente para luego quitarme el suéter.
Mientras me estimulaba sentí su erección, parecía dolorosa así que sin pensar
desabroche sus pantalones. Cuando rozo su duro miembro con mi mano me sorprendí
y lo mire. Mi sorpresa fue ver una sonrisa pícara en su rostro de dios griego.
—Quítame
la camisa— Ordeno a lo que procedí.
De la nada saco un envase blanco con el
dibujo de cocos y piña.
—No te
asustes, es lubricante—
Dedos suyos en mi orificio haciendo
dilataciones se me hizo hasta traumático pero extrañamente erótico, y me
fascinaba como mis manos se afianzaban sobre sus fuertes hombros.
—Ah,
ah, ah…— Mis caderas buscaba ese punto mágico que él con
sus dedos lograba.
—Ok,
estás listo precioso—
Me queje cuando sus dedos abandonaron mi
interior…
—Je
je ya va, se pondrá mejor, ya verás…—
Me queje de nuevo pero de dolor ya que su
gruesa virilidad había entrado de lleno en mí.
—Descuida,
no me moveré hasta que te acostumbres—
Me aferre en sus hombros, hubieron besos
franceses y caricias en mi espalda que terminaban al termino de mi espina
dorsal y al rato ya estaba demasiado sensible y caliente.
—Te
amo…—
Escuche y me olvide de todo.
—Yo
también ¡Ah!!!—
Si, se comenzaba a mover despacio y así
hasta que pedí más y más.
De repente salió resbaladizamente de mí y
volví a quejarme pero él me colocaba de manos al colchón, me sujete de las
sabanas al sentir como sus manos se aferraban y alzaban mis caderas. Una
arremetida y grite, otra embestida y casi babeo aunque cuando percibí sus
labios alcanzando dificultosamente mis labios hizo que terminara babeando.
Jamás había sentido tanto placer y dolor
juntos, el placer difuminaba bastante todo lo demás, los sonidos roncos de
Angelo hacían que la piel se me erizara, cuando sentí como tocaba mi miembro
palpitante, comenzó a masturbarlo y allí todo era doble.
—Ah…
me vengo—
—Adelante—
Dijo con voz profunda.
Me vine y después de ser penetrado unas
cuantas veces más, sentí ritmos descoordinados y acelerados. Mi novio se
desbordaba exquisitamente dentro de mí.
—Mmm—
Fue delicioso.
—Veo
que te gusto, siempre quise tenerte así— Dijo sugestivo.
Salió de mí lentamente para acostarme y
cubrirnos con la frazada azul oscuro.
Luego comenzamos a tener sexo más
frecuente, pero tampoco todos los días. Hacer aquello era bueno pero doloroso y
yo no podía siempre que él quisiera, entendió y teníamos especie de sistema.
Sexo una o dos veces por semana.
Todo era tan perfecto, él me amaba y yo
también, sin embargo... aun no lo entiendo.
~Continuara…
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